El problema no son los ricos. El problema eres tú creyendo que lo son

Cada cierto tiempo, como un reloj suizo de la indignación, vuelve a aparecer el mismo mensaje en redes:
“La fortuna de 3 personas equivale a la del 30% más pobre de España”.

El objetivo es siempre el mismo: alimentar la narrativa de que los ricos son los culpables de todos los males.
Que si hay pobreza, desigualdad o precariedad, es porque hay ricos. Ricos malos. Ricos malísimos. Villanos de cuento.

Pero ¿y si te dijera que estás mirando al sitio equivocado?

El enemigo no es el que crea riqueza, sino el que la destruye desde tu propio bolsillo

En España no nos faltan millonarios; lo que nos sobra es una casta política hipertrofiada, opaca, ineficaz y voraz.
Hablamos de una élite pública que se autopremia con sueldos obscenos mientras te sube el IRPF, te aprieta con el IVA y te bombardea con tasas, impuestos especiales y contribuciones de «solidaridad» que de solidarias tienen lo que un cuervo de paloma.

La clase política española no genera valor: lo drena.
Y lo hace cada día, mientras tú señalas al empresario que ha montado un imperio desde un garaje como si fuese un dragón tumbado sobre una montaña de oro.

Los ricos no te están arruinando. Tus gobernantes, sí.

  • Los ricos no ponen impuestos abusivos.
  • Los ricos no legislan contra el emprendimiento.
  • Los ricos no crean trabas para contratar, crecer, o invertir.
  • Los ricos no redactan presupuestos con déficit eterno.
  • Los ricos no te prohíben crecer: te enseñan cómo hacerlo.

Eso lo hace quien gobierna. Y lo hace mal. Muy mal.
Lo hacen para perpetuarse, para sostener una red clientelar inmensa, para alimentar chiringuitos ideológicos que sólo producen propaganda y humo.

En España no se persigue el fraude, se persigue el éxito

No es que no se pueda prosperar: es que se penaliza hacerlo.
Tenemos una Hacienda que no investiga: acosa.
Que no ayuda: intimida.
Que no orienta: sanciona.

Y todo en nombre de una falsa equidad que solo sirve para sostener a un Estado obeso, ineficaz, y más preocupado por mantener su chiringuito que por mejorar tu vida.

¿De verdad crees que el problema es que Amancio Ortega done a hospitales?
¿O que Juan Roig invierta en proyectos sociales mientras sigue creando empleo?

¿Eso te parece más escandaloso que los 200 asesores de un ministerio cuya única función es emitir notas de prensa?

Envidia, el combustible perfecto para el control social

La envidia es un instrumento útil: permite justificar todo tipo de barbaridades.
Subidas de impuestos, confiscaciones, límites a la propiedad, y discursos de odio hacia quien simplemente ha hecho las cosas bien.

Porque claro:

“Si yo no tengo, que nadie tenga. Y si alguien tiene más, que lo reparta, aunque yo no haya hecho nada para merecerlo.”

El resultado: un país donde tener éxito se mira con sospecha, y donde la mediocridad se celebra como una virtud social.
Un país donde se premia al que vive del sistema y se castiga al que lo sostiene.

No, el problema no son los ricos. El problema es una ciudadanía anestesiada.

Una ciudadanía que prefiere culpar al de arriba antes que exigir responsabilidades al que legisla.
Una ciudadanía que ha comprado el relato de que repartir la miseria es más justo que permitir el progreso.
Una ciudadanía que ha dejado de exigir meritocracia y ha abrazado la subvención como única forma de justicia.


Si el 30% más pobre de España tiene menos riqueza que 3 personas, la culpa no es de esas tres personas.
La culpa es de un sistema que impide que ese 30% tenga las herramientas, los incentivos y las condiciones para salir adelante.

Y sí, también es tuya, por seguir mirando al que crea empleo como si fuera tu enemigo,
mientras aplaudes a los que te lo quitan todo, un céntimo cada día.


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