El Expolio Fiscal Silencioso: Cuando Trabajar Más Significa Cobrar Casi Igual

Por: Un contribuyente hasta las narices

Juan, 38 años, casado, sin hijos ni hipoteca. Un tipo cualquiera, pero trabajador. Durante años, ha mantenido un buen desempeño profesional que le ha llevado a consolidarse con un sueldo bruto anual de 40.000 euros. Vive con dignidad, paga sus impuestos, y aunque no le sobra, tampoco le falta. Sin embargo, tras mucho esfuerzo, formación adicional por su cuenta y horas extra que nunca cobró, le llega la oportunidad de su vida: un ascenso con un nuevo contrato de 60.000 euros brutos anuales. Lo que debería ser motivo de celebración se convierte, poco a poco, en una amarga constatación: el sistema le roba.

El sueño de los 60.000 €… y el mazazo de la realidad

En cuanto Juan empieza a cobrar el nuevo sueldo, se da cuenta de que algo no cuadra. Esperaba una mejora sustancial en su cuenta bancaria cada mes. Un salto de 20.000 € brutos al año no es moco de pavo. Sin embargo, la diferencia neta entre su antiguo sueldo y el nuevo apenas alcanza los 990 euros mensuales en 12 pagas. ¿Cómo es posible que, cobrando un 50% más en bruto, su cuenta lo note tan poco?

Bienvenidos a la trampa del IRPF progresivo español, donde cuanto más trabajas, más te crujen.

La maquinaria fiscal contra el que se esfuerza

España presume de tener un sistema progresivo «justo». En teoría, quien más gana, más aporta. En la práctica, lo que hace es penalizar el mérito y desincentivar la mejora profesional.

Comparativa real actualizada (Madrid, 2025):

ConceptoSueldo Antiguo (40.000 €)Sueldo Nuevo (60.000 €)
Cotizaciones SS (trab.)2.592,00 €3.828,49 €
IRPF total (estatal+aut.)8.483,66 €15.337,28 €
Neto anual (12 pagas)26.924,34 €38.834,24 €
Neto mensual (12 pagas)2.243,69 €3.236,19 €
Coste total para empresa52.828,00 €78.893,72 €
Ratio neto/coste51 %49 %

¿Trabajar más, asumir más responsabilidad y llevarte poco más del 50% del esfuerzo total que paga tu empresa? Es un escándalo.

El falso incentivo al esfuerzo

Imaginemos que Juan tiene que sacrificar horas con su pareja, fines de semana de descanso y asumir estrés y presión diaria por rendir a otro nivel. Lo hace pensando que mejorará su nivel de vida. Pero tras los primeros meses, su vida personal se ve resentida, su tiempo libre reducido… y su cuenta bancaria apenas lo refleja.

Si Juan tuviera hijos, aún podría acogerse a algunas deducciones. Si tuviera hipoteca de antes de 2013, aún podría desgravarse algo. Pero no. El sistema le trata como a un cajero automático: tú trabaja más, que el Estado ya decide qué hacer con tu dinero.

El coste oculto del esfuerzo

Aparte del castigo fiscal directo, hay un coste psicológico y emocional: la sensación de estafa legalizada. El mensaje es claro: si quieres vivir un poco mejor, no lo hagas currando más, hazlo con ingeniería fiscal, montando una empresa pantalla o yéndote a Andorra. Porque aquí, el trabajador medio-alto es el primo de todos.

Mientras tanto, los verdaderos defraudadores siguen campando a sus anchas. Las SICAV, las fundaciones pantalla, los paraísos fiscales de grandes corporaciones, las amnistías fiscales para millonarios… Y Juan, que sólo quería cobrar un poco más por hacerlo mejor, es el que acaba sosteniendo el sistema.

¿Redistribución? No me hagas reír

El Gobierno habla de «justicia fiscal» y de «redistribución de la riqueza». Pero si eso fuera cierto, no sería Juan quien carga con la mayor parte del esfuerzo tributario. Porque ese salto de 20.000 € brutos que tanto le costó ganar, es en realidad una subida de apenas 990 € netos al mes en 12 pagas, mientras el Estado se queda con más del 53% del incremento real de coste laboral.

Y no hablamos de un millonario, hablamos de un currante. Casado, sin hijos, sin beneficios fiscales, sin trampa ni cartón. Juan es el tipo de ciudadano al que más fácil es exprimir. Y lo hacen sin piedad.

El efecto desincentivador

Cuando Juan ve que su esfuerzo apenas compensa, empieza a preguntarse si vale la pena. Quizá no lo diga en voz alta, pero empieza a hacer lo mínimo. Renuncia a formarse. Rechaza más responsabilidades. Y cuando un amigo le ofrece irse a una empresa extranjera que tributa en otro país, se lo empieza a pensar muy seriamente.

Esto, multiplicado por cientos de miles de profesionales cualificados, es lo que genera la fuga de talento. No es egoísmo, es puro instinto de supervivencia económica.

El robo legalizado

Llamémoslo por su nombre. No es solidaridad. No es redistribución. Es un robo fiscal a manos del Estado, amparado en una legislación que castiga el mérito y el esfuerzo. Se dirá que «hay que pagar servicios públicos», pero eso ya lo hacemos todos. Lo que no es de recibo es que el que más se esfuerza sea el que menos mejora su nivel de vida. Porque entonces, ¿quién querrá esforzarse?

Epílogo: ¿Qué solución hay?

  • Tramos menos agresivos: No tiene sentido que en cuanto alguien pasa de 40k a 60k se le lleven más de la mitad del extra.
  • Deducciones universales: No sólo para familias o hipotecas, también para profesionales que se forman, que emprenden, que invierten en mejorar.
  • Retribución flexible real: Que no dependa de lo que la empresa quiera darte, sino de lo que el trabajador elija.
  • Estímulos fiscales al mérito: Porque quien se esfuerza debería ganar más, no ser penalizado.

Hasta que eso ocurra, miles de Juanes seguirán preguntándose por qué trabajar más significa cobrar casi lo mismo.

Y peor aún: por qué seguir haciéndolo.


Este artículo es ficticio. Pero Juan no lo es. Juan somos muchos.

Y estamos hartos.


Descubre más desde Entre la Verdad y el Abismo

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Deja un comentario

3 × 2 =

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Descubre más desde Entre la Verdad y el Abismo

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo